Los recuerdos son curiosos. Los míos siempre suelen salir en
el momento menos indicado. Si estoy triste, recuerdo lo que me hizo feliz, y es
más, multiplico la felicidad por cuatro. Y cuando estoy enfadada, recuerdo todo
lo negativo y en grandes dosis, para así incrementar mi enfado.
La mayoría del tiempo recuerdo mis historias como algo
bonito. Siempre me gusta quedarme con buen sabor de boca y espero que los demás
lo hagan también. Pero cada uno tiene su propio recuerdo de las cosas.
También varía en cada momento de tu vida. O las personas que
estén a tu alrededor.
Yo quiero que me recuerden y que sonrían al hacerlo. Quiero
que aprendan y vivan de las experiencias que les ofrezca la vida. Quiero que en
sus recuerdos, yo sea una parte bonita de sus vidas. Sin pensar en nada
negativo, sin ser nocivo contigo y con los demás.
Las cosas que nunca voy a olvidar y puedo recordar sin sentirme
triste son aquellas que tienen que ver con paisajes. El amanecer en la playa
del Tunco, en El Salvador. Las miles de estrellas que se observaban en
Killarney, Irlanda. Las ruinas de Machu Picchu entre las inmensas montañas de
Cusco, Perú. Y esos recuerdos nunca defraudaran, los que defraudan son los que compartes
con otras personas. Algunas de ellas, olvidan lo bonito y lo ven tan negativo,
que hasta hace que se te quiten las ganas de recordar.
No permitáis que nadie manche vuestros recuerdos, vedlos de la manera más bonita y menos dolorosa. Recordad que amasteis y sentisteis. Y aunque vuestro corazón haya dejado de latir por una razón, en su día latió fuerte. Y no olvides de recordadlo y recordarselo a los demás. Que no se merecen caer en el olvido.
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